Stay Away

Vampiros, hombres lobo, monstruos, fantasmas, brujas, zombis, serial killers trastornados en su tierna infancia, extraterrestres y platillos voladores, exorcismos en sánscrito, adolescentes semi-desnudas perseguidas por maníacos con motosierras y máscaras de piel humana, virus alienígenas del espacio exterior, jueguetes asesinos poseídos por el demonio, pesadillas y sueños eróticos de muerte y canibalismo, sangres de todo tipo, hordas de niños predadores... todo eso y más en
LA BOCA DEL MIEDO.

lunes, 8 de agosto de 2011

Publicación Bimestral. ISSN Nº 1852-8910. Año 2. Número 9. Julio-Agosto. 2011.


Oh, el horror!!

por Matías Moscardi


La posibilidad

Zizek habla del horror en Hitchcock: “una situación perfectamente natural y familiar se desnaturaliza, se vuelve ominosa, se carga de horror y posibilidades amenazantes, en cuanto le añadimos un pequeño rasgo suplementario, un detalle impropio, que sobresale, que está fuera de lugar, que no tiene sentido en el marco de la escena” La cita de Zizek funciona como apertura teórica. Primero, hacia lo ominoso de Freud. Después hacia otras palabras: carga, posibilidad, amenaza, suplemento, detalle. Todos elementos del cine de terror. Podríamos decir que la posibilidad es lo que no ocurrió aún en el orden del montaje pero puede ocurrir abruptamente: un espacio en blanco donde el espectador deposita parte de su deseo, el “no querer saber” (lo que va a ocurrir – el que se tapa los ojos) o, por el contrario, la fantasía: el “querer saber demasiado”. En el terror, la posibilidad no aparece como suspenso aunque usualmente se diga lo contrario. Pensemos en el género policial. Un lector podría imaginarse cuál es la solución del enigma, podría “desear” anticiparse a esa resolución. En el terror, al menos en cierta porción del género, no hay suspenso sino, en cambio, una trama de posibilidades. Digo, hay una especulación con aquello que es posible, lo que puede ser o existir en la sucesión de la película, o incluso referirnos a cierto núcleo psicótico que trabaja el terror moderno: la posibilidad de que la película irrumpa en el orden de lo real. La terror sería, entonces, lo que “sobre-sale”, literalmente. Anécdota. Varias personas me han contado que mientras estaban viendo La llamada, la remake de la película japonesa dirigida por Gore Verbinski, algún amigo oportunista realizó una llamada real al teléfono de la casa en donde estaban viendo la película. Y ahí aparece: el terror en su absoluto trabajo psicótico. La película abandona la trama simbólica para hacer una irrupción violenta en lo real. Escucho el teléfono y siento Terror. Pero a diferencia de una psicosis, a nosotros la posibilidad nos dura un segundo.

El suplemento

El terror es un valor agregado. Pienso en los muertos vivos de Romero, en donde casi siempre hay una representación de las masas, del consumo de masas en su versión grotesca. Por eso El proceso, de Kafka, también es, a su manera, terrorífico. Sobre todo las escenas en donde el suplemento es una cantidad insoportable de gente acumulada en un lugar pequeño. No hay aire en la escritura de Kafka. Pero también hay algo de terrorífico en los detalles que filma Hitchcock, la sombra de la madre en Psicosis, que se agrega como un suplemento sobre el fondo de la ventana vacía; un pájaro parado en la tranquera de una casa, dos pájaros parados, tres pájaros, cuatro y así. Zizek dice que en las películas de Hitchcock el horror se internaliza a partir de la mirada del que “sabe demasiado”. La pregunta podría ser: saber demasiado sobre qué. Bueno, un psicoanalista diría: “saber demasiado sobre el propio deseo”. Aunque también podríamos pensar que el suplemento y la posibilidad son precisamente eso: un exceso de información visual que puede ser real (el suplemento) o imaginario (la posibilidad).


El Afuera

Hay una teoría del terror en Sarmiento. “El terror entre nosotros es una invención gubernativa para ahogar toda conciencia, todo espíritu de ciudad, y forzar al fin a los hombres, a reconocer como cabeza pensadora el pie que les oprime la garganta”. En el Facundo, Sarmiento se refiere al terror como “un sistema”, un sistema cuyo motor está ubicado en distintas exterioridades: el desierto, Facundo y Rosas, entendidos como el afuera de la civilización, es decir, como sinónimos de la barbarie. De acuerdo con esto, el Terror es lo que irrumpe en el adentro desde afuera, como un virus, para instaurar un orden determinado. Es la traducción de Carpenter en Asalto al distrito 13. El argumento es sencillo y recuerda la primera película de zombies de George Romero, Night of the living dead. Un policía se dirige a una jefatura para supervisar una especie de mudanza carcelaria. Una vez ahí, los personajes se ven asediados por unos pandilleros que quieren vengar la muerte de su jefe. Pero Carpenter los filma de otra manera. En Romero, el zombie es visible. En Carpenter, los pandilleros se ven como ráfagas en el silencio de las calles vacías. Los pandilleros amenazan desde la ausencia, como el malón. Es más, diría que Sarmiento se adelanta a Carpenter en lo que podríamos llamar la primera escena de película de terror de la literatura argentina. Lo que sigue está sacado de la primera parte del Facundo. Ahí va: “Al sur y al norte, acechan los salvajes, que aguardan las noches de luna para caer, cual enjambre de hienas, sobre los ganados que pacen en los campos y sobre las indefensas poblaciones. En la solitaria caravana de carretas que atraviesa pesadamente las pampas, y que se detiene a reposar por momentos, la tripulación, reunida en torno del escaso fuego, vuelve maquinalmente la vista hacia el sur, al más ligero susurro del viento que agita las hierbas secas, para hundir sus miradas en las tinieblas profundas de la noche, en busca de los bultos siniestros de la horda salvaje que puede sorprenderla desapercibida de un momento a otro”. En Sarmiento tenemos, entonces, la forma clásica del terror: el terror es el inmenso afuera que se traga con su amenaza el adentro. El terror es como el gran Otro del paranoico, lo que está presente en todo pero no se ve, lo que aparece como sistema invisible pero efectivo.

El Adentro

Hay un poema de Fabián Casas que me hace acordar a dos películas de Cronenberg. El poema se llama "Fritura" y empieza así: "La película de terror / dice que los insectos / en su larga evolución / se construyen / a imagen y semejanza / de su depredador". La perspectiva ya no es la misma. Hay una inherencia del terror. Ahora, el monstruo está adentro. Eso parece decir Cronenberg en La mosca y Una historia violenta. El terror deja de ser la paranoia amenazante del otro. En La mosca el monstruo sale, el personaje termina mutando en un insecto, como si se tratara del backstage de Gregorio Samsa. Pero en Una historia violenta ni siquiera hay una alteración, un cambio: el monstruo es Vigo Mortensen que se mantiene inalterable durante toda la película, pero que pasa de ser un padre de familia que atiende una cafetería a ser una especie de asesino a sueldo implacable. Hay otra película que me hace acordar a los versos de Casas. Es una película alemana que se llama El descenso, dirigida por Neil Marshall. Un grupo de amigas, todas ellas hermosas, se meten en una cueva enorme a hacer espeleología y quedan atrapadas. Descubren que en la cueva habitan humanoides horribles que quieren comérselas crudas. Lo que me gustó de esa película fue precisamente esto: sobre el final todas las chicas hermosas resultan ser más brutales y violentas que esos humanoides salvajes. Incluso entre ellas mismas, porque lo que forma parte del terror es que nos vamos enterando de sus bajezas; por ejemplo, que una de las chicas se había acostado con el marido de otra de las chicas del grupo; al final, por supuesto, la otra se entera y lleva a cabo su venganza, asesinando a la traidora como si fuera uno de esos bichos horribles. En definitiva, decía que las películas de Cronenberg muestran esa alteración. Es lo que explica Derrida en De la gramatología: “el sentido del afuera siempre estuvo en el adentro”. También lo señala Nicolás Rosa, a propósito de Sarmiento: “La barbarie es el otro necesario de la civilización”. Pero mil veces mejor lo dicen los Smashing Pumpkins, en esa canción Disarm: “the killer in me is the killer in you”, algo así como: “el asesino que hay en mí es el asesino que hay en vos”.

Fuck and Die.

Sobre Friday the 13th (1980)


por Mery Bargas


Llega el viernes 13 y con él llega la superstición… O tal vez no. En Argentina todo este asunto de los calzoncillos rojos y los gatos negros se pasa para el martes: nadie quiere morir antes del fin de semana y perderse el asado del domingo. Ahora bien, sea viernes, sea martes, es indiferente. Si Ud. es un adolescente desenfrenado y lascivo procure quedarse en su casa con las puertas y ventanas bien cerradas, porque ese día puede ser su día de mala suerte.

La primera parte de la saga de Viernes 13 la dirigió Sean S. Cunningham y salió a la luz en 1980. Originalmente se trató de cuatro películas que, en conjunto, mostrarían la historia de cómo un chico inocente se convierte en asesino serial. La última de ellas, del año 1984, marca el cierre de este ciclo. Los productores de estas películas en aquel entonces nunca hubieran imaginado no sólo el enorme éxito de la saga, sino tampoco las terribles secuelas que seguirían a las versiones originales, en intentos fatídicos por absorber al menos un poco del logro de aquella seguidilla de films ochenteros. Pero al fin y al cabo, lo que importa es que estos crímenes de la pantalla grande convirtieron a Jason en un ícono del cine de terror, del asesino en serie, delpsycho killer más parsimonioso y efectivo de todos los tiempos.

Pero no todo es una corona de laureles para Jason. Las películas de Viernes 13 adeudan grandes cantidades de material (por no decir, casi todo su material), a la predecesora y, por qué no, fundadora de lo que luego se entendería como género slasher, la gran creación de John Carpenter, Halloween (1978). La fórmula es la misma en ambas historias: un niño inocente devenido asesino enmascarado mata sistemáticamente a lozanos jovencitos. Primero pensamos que es un sociópata y que luego de varios asesinatos llegará la policía y las universitarias estarán salvadas. Pero no, resulta ser que el tipo en cuestión tiene algo de sobrenatural que lo hace fuerte e imbatible, es un sobrehumano inmortal que esta listo para volver en la próxima película. Algo así como La Historia sin Fin pero con muchas muertes sangrientas.

En Viernes 13 ya pasaron 20 años desde la muerte accidental de un niño algo deforme y con una madre al mejor estilo Psycho. Ella se dedica a matar a los jóvenes que duermen en el campamento al pie del lago, conmemorando aquel aniversario (casualmente, un viernes 13). Pero Jason regresa a la vida luego de que la protagonista de la primera película corta la cabeza de su madre e inaugura la eterna y poco convincente venganza del hijo. A partir de allí se desencadena una irrefrenable cantidad de asesinatos alrededor del lago que lo vio ahogarse siendo niño, y de los clichés más agotadores, que para el espectador de hoy en día llevan más a la risa que al horror. Sin embargo, se debe conceder a Jason el mérito de haber resignificado los machetes y las máscaras de hockey, y admitir que en nuestros tiempos ya son una marca registrada del asesino de Cristal Lake.

Además de efectividad y fuerza inexplicable, estos asesinos tienen también mucha suerte. Sus jóvenes víctimas son siempre torpes, descuidadas e increíblemente estúpidas. Todos parecen actuar en contra del sentido común. Tropiezan en las persecuciones, se esconden en placares, suben las escaleras en lugar de escapar. Atacan con armas inútiles y cuando, por fin, logran nockear al adversario, nunca desconfían. Nunca. Pero claro, son jóvenes, por ende, estúpidos.

Y es quizás por eso que el sexo es un eje importante de significación en estas películas. Porque al igual que en la versión de Carpenter, las supersticiones tradicionales (que en ambos casos dan nombre a cada film), los miedos infantiles y la muerte, se superponen e interrelacionan con el sexo. Michael Myers y Jason parecen responder como autómatas a un mandato del más allá: el castigo. Vigilar y castigar a los adolescentes.

Creo que este es uno de los puntos angulares de esta fórmula y el motivo principal por el que se entiende a estas películas como “films adolescentes”. Ellos son sus protagonistas y a la vez, sus víctimas. Parece pesar sobre ellos un mar de restricciones, una pesadilla de mandatos que les exige, y les recuerda, la normativa que debe regir su vida sexual. Son los años 80, los jóvenes están enfrentando nuevas concepciones acerca del sexo, nuevas libertades. Y los adultos, ese “otro” de la vida adolescente, los atormentan con los nuevos flagelos, luchan por instalar nuevos miedos que regulen su comportamiento. Jason y Myers son versiones finiseculares del hombre de la bolsa, son el nuevo “cuco” que castiga por las noches al niño que se portó mal. El juego de las máscaras nos da una clave: el asesino puede ser cualquiera, y las víctimas podemos ser todos. Ellos llegaron para recordarnos lo prohibido.

Si el lector es mujer, seguro le enseñaron la TV, el cine, la literatura y su abuela, que a la que no coge le va mejor. Es decir, a la que coge le va mal. Y si el lector es hombre, seguramente se rió de esto. Las abuelas no buscan que sus nietitas vistan santos, pero anhelan un vestido de bodas blanco e impoluto, sin las terribles manchas del pecado. En la película de Carpenter, la virginidad y la pureza parecen convertirse en armas de supervivencia, el Santo Grial de la vida eterna. El manual del cine de terror indica que el que coge, muere: el sexo es sinónimo de muerte. Y así, las amigas sexualmente activas y fumadoras de cigarrillos son fulminadas rápida y efectivamente por la mano imbatible de Myers, mientras que una todavía adolescente Jaime Lee Curtis interpreta a la sobreviviente heroína, virgen-mojigata universitaria estadounidense. En Viernes 13 rige la misma lógica. El que goza en una escena, muere en la siguiente. Cogés y morís, estás caliente y morís. El sexo se castiga con la muerte.

Luego de los crímenes de todos los jóvenes que rodean a la virgen protagonista, llegan unos minutos en que creemos que el bien ha ganado sobre el mal, que el orden se ha restablecido. Hasta que nos enteramos, a partir de una serie de pistas bastante obvias, que el asesino sigue vivo y que no faltará mucho para que regrese a la pantalla grande.

Novedades con olor a viejo

por Walter Ch. Viegas




Tagline: Películas para esperar en 2011 y 2012 sin temor a la remake.


Desde que empezó el nuevo siglo no disfrutamos de ideas originales, todo es remake (se pagan regalías a los productores) y precuela (como se considera una idea original, no se pagan regalías). Ya vimos cómo sistemáticamente Hollywood se ha dedicado a destruir clásicos del cine de terror en los últimos años. Estos son algunos de los pocos estrenos por los que quizás valga la pena conservar ciertas expectativas. Muchos de los involucrados en los proyectos estuvieron originalmente comprometidos en la gestación de estas películas de culto y otros se ganaron su renombre como innovadores indiscutibles del género. Veamos esta lista de películas para esperar con entusiasmo.

2011 Agosto

DON’T BE AFRAID OF THE DARK

Ya está online el trailer de Don’t be afraid of the dark, la remake del clásico de terror de 1973, producido por la ABC para la televisión, que en Argentina pudo verse por el ciclo Viaje a lo inesperado. Con críticas favorables en su screening en el Virginia Film Festival, el proyecto de Guillermo del Toro, en los roles de guionista y productor, mantiene ese estilizado clima gótico característico de sus anteriores películas (Cronos, El laberinto del fauno) que es su marca distintiva.

Una familia se muda a una antigua casona en las afueras de Rhode Island (Nueva Inglaterra) en donde pronto se verán acosados por unas malvadas y pequeñas criaturas que se ven atraídas por la ingenuidad de la niña de la pareja y codician poseerla. Esta versión del mito del Hada de los Dientes está dirigida por el debutante Troy Nixey y protagonizada por Katie Holmes (Dawson Creek, Batman Begins) y Guy Pearce (Memento).

2011 Octubre

THE THING

También se estrena la precuela de The Thing, que se anuncia como un preludio para el clásico de 1982 de John Carpenter. Dirigida por el holandés Matthijs van Heijningen Jr. y protagonizada por Mary Elizabeth Winstead (la ascendente actriz de Scott Pilgrim vs. The Worldy Death Proof) y Joel Edgerton (Star Wars II y III), entre otros. El trailer está disponible en la web.

Un grupo de científicos noruegos y estadounidenses descubren una nave bajo los hielos de la Antártida y recuperan los restos de una forma de vida extraterrestre que ha permanecido congelada durante mucho tiempo. Actuando por contagio, del mismo modo que un virus, este organismo es capaz de desarrollar las características exactas de la forma de vida con la que entra en contacto y reemplazarla. La paranoia se instala en el grupo a medida que comprueban que son copiados por el extraño ser. Destruirla será su objetivo para resguardar a la humanidad de tan terrible amenaza.

Aunque aparentemente la historia se centra en el equipo de investigación predecesor al de Kurt Russell, la línea argumental no difiere demasiado de la versión de Carpenter (remake, a su vez, de la película de ciencia ficción de Howard Hawks de 1951, The thing from another world).

2011 sin fecha

THE WICKER TREE

El director británico Robin Hardy, que en 1973 dirigiera el clásico de culto The wicker man, retoma la historia sobre la supervivencia de antiguos cultos paganos en el mundo contemporáneo, en esta película basada en su novela Cowboys for Christ.

Beth es una reconocida cantante de gospel y devota cristiana evangélica que llega junto a su novio hasta Escocia para realizar una serie de presentaciones. En Tressock, un pueblito perdido en los “lowlands”,descubrirán que son las víctimas de un siniestro complot de los pobladores, cultores de ritos paganos celtas y fanáticos opositores a los preceptos del cristianismo, que inflingen dolorosos castigos a los creyentes de esa religión.

Inicialmente el papel de Sir Lachlan Morrison -el lord que los invita al pueblo- estaba escrito para Christopher Lee, pero habiéndose lastimado la espalda durante la filmación de The Resident, la película de 2010 con la que Hammer volvió a producir cine de terror, aparece tan sólo en un cameo, haciendo de un hombre viejo que trata de advertir a los visitantes sobre los peligros que los acechan.

2012 Junio

PROMETHEUS

Ridley Scott, creador de la primera Alien, se prepara para dirigir la precuela, en 3D y en dos partes!!! Ya existe un guión definitivo, se completó la pre-producción con el diseño y construcción de los set de filmación (en la web pueden verse fotografías de túneles excavados en la roca del planeta y maquinaria futurista) y las primeras instancias de filmación, en especial las miniaturas y los efectos especiales, empezaron en marzo de 2011.

Los pocos indicios sobre la trama que circulan en Internet prometen una fuerte conexión con la saga Alien y las necesarias dosis de acción y ciencia ficción inteligente que esperan los fanáticos: ambientada en un planeta lejano, un grupo de exploradores científicos descubren las respuestas a interrogantes que la humanidad siempre ha tenido sobre los orígenes de la vida. El guión promete ampliar así la mitología sobre el misterioso significado de esta letal criatura.

Entre otras especulaciones, es posible que la trama incorpore en un rol importante a los Space Jockey, la raza desconocida de la galaxia Zeta2 Reticuli, que los tripulantes del Nostromo descubren en el planetoide LV-426 en la primera película (apenas se vislumbraba al extraterrestre deforme sentado en una butaca con su pecho colapsado en una nave abandonada). Y quizás se desarrollen en esta precuela una serie de ideas y diseños de H. R. Giger que quedaron fuera del guión final en 1979 (por ejemplo, la pirámide construida por los Space Jockey con jeroglíficos en donde se detalla el ciclo reproductivo de los Alien).

Ya se sabe quiénes encabezan el elenco: Noomi Rapace (actriz sueca protagonista de la saga Millenium) será el característico personaje femenino fuerte de la saga, sucedánea de Ripley (la heroína protagonizada por Sigourney Weaver). La acompañan Charlize Théron (Monster,Aeon Flux) y Michael Fassbender (Inglourious Bastards y X-Men: First Class).

NOTA: También se preparan para 2013 las remakes de Poltergeist y de Evil Dead, pero aún los proyectos cuentan con información muy poco certera.



Riot act.

Sobre Frontière(s)

por Joe Correa



Dos conflictos inciales

Vimos en la tele las manifestaciones nocturnas (léase: “quema de autos”) que los chicos árabes o descendientes de árabes hacían en Francia en 2007, sembrando el terror en la population. Pero ése terror no se podía mostrar así en un film de género, porque pasaba allá afuera, a la vista de todos. El género explora -la mayor parte de las veces- sus efectos puertas adentro, lo que no implica, sin embargo, el desconocimiento social.

La voz en off cierra su duro monólogo diciendo “¿Quién querría nacer entre el caos y el odio?”, y segundos después se suceden con gran velocidad las escenas de las manifestaciones y la represión policial. “He decidido proteger a mi hijo del mal”. Caos, odio y mal, entonces, se conectan inmediatamente a los reclamos de esos pibes en las calles de París: la mierda sale a la calle, grita la ultraderecha, y los suburbios se ciernen sobre la ciudad luz para comérsela. Y sin embargo, ésa no es la película que vamos a ver. Al menos, no directamente.

La huída

Los pibes se escapan con un pequeño botín rumbo a la frontera, para huir de todo, de todos. Lugar mágico de pasaje, no definido, momento de la iluminación, de la revelación y así podríamos seguir acumulando asociaciones con “frontera”. Está claro que es el territorio donde se va todo al carajo.

En la frontera, un hotel. Es decir: todavía estamos de un lado, pero falta poco para pasar del otro. La espera, entonces, hecha espacio. Y ahí, una galería de gente rara, que no nos cobra la habitación y nos da sexo desenfrenado, que después de coger como fieras nos sienta a la mesa en una típica comida familiar dándole de comer a Madre por la boca, a la fuerza, mientras le sale todo por el agujero de la traqueotomía. Los chicos se asustan, amagan irse. Pero el hermano mayor es un poli, y llega para enseñarles buenos modales.

Y cuando vemos correr la sangre, entendemos que no hay que meterse nunca en un hotel de la frontera, y menos si conviven ahí putas, carniceros y ratis. El cuervo grita en la noche y es entonces cuando nos damos cuenta que empezó la película.

Nazis

Una enciclopedia quirúrgica, rifles de caza, una foto del Fuhrer y un viejo uniformado de caqui que habla en un francés muy cortés, de ése que enseñan en los laboratorios y en los libros: una típica casa de familia europea. Y mientras los otros tres chicos de la troupe están siendo gaseados, desangrados o con un grillete en la cabeza amurado a la pared, ella, Yasmine, es elegida el útero utópico de reproductibilidad masiva. Aunque claro, es lo que hay: pas pure. Un poco morenita, de ojos amarronados, pero cortale el pelo que se nota menos. El otro útero, la niña jorobada, tildada y medio monga, le corta el pelo entre sorbos de aguardiente. Es lo que hay: una árabe y una jorobada poco agraciada. Pero también son la permanencia y el futuro del nazismo: la afirmación de su existencia.

Las fronteras se escriben en plural y en paréntesis para advertirnos del aparente desplazamiento espacial y de la arbitrariedad de la cronología, que maneja sus límites y su propio ritmo: de la invasión nazi, a los suburbios parisinos y de ahí a un pequeño pueblo perdido en lacampagne no hay gran diferencia: si el cambio histórico se verifica en la génesis de nuevos sujetos históricos acá no pasó nada si no el tiempo. (La película fue siempre la misma y la división de sus conflictos, sólo aparente). Una retórica de los cuerpos y una teleología en la frontera que marca la sangre de estos nuevos hijos. Del mal. Y del resentimiento. De la culpa y la memoria insufrible. Del odio. De la siempre tan cristiana Europa.


El ruido y la turra

Sobre Damned by dawn, Australia, 2009, 81 min. Dirección: Brett Anstey.

"Adivinaba el retumbar. Tan: un ruido que saltaba desde el fondo de las multitudes. Dun, dum: las balas certeras que se incrustaban bajo la piel del enemigo -dun- y ya el cuerpo caído del enemigo pasaba a formar parte del retumbar"

Fogwill, En otro orden de cosas


por Pablo García

El tamaño importa. Importa en tanto es directamente proporcional al grito. Al dolor, tal vez. Eso es más difícil de comprobar desde acá. Pero Damned by dawn no es una historia de tamaños, ni de hachas, ni de machetes; es una historia de gritos, de voces femeninas que sostienen un tiple ininterrumpido, del ruido de un vidrio vibrando. Una leyenda irlandesa. Una casa. Un cementerio. Hablo de los primeros cuarenta y cinco minutos. Más o menos, donde se plantean las reglas del juego, lo demás pasa por esperar el resultado.

Diez minutos y tres elementos encarrilan el asunto.

Marcos clásicos: el tópico del viaje esta vez encuentra el volante a la derecha y un paisaje: toda la niebla y la sombra rectilínea delatan el vicio (aristotélico) de los ojos (cartesianos): la realidad no se ve, ni el árbol ni el bosque.

Una actualización disponible: en el living, Paul busca algo del calor del café que tiró por la pileta, porque afuera hace frío y arriba está el suegro. Paul prende el televisor. Acomoda la antena también. No hay forma de dar con la imagen, el televisor es ese sonido a rayas horizontales (y debajo otro televisor que funciona menos, televisor-mesa, televisor-soporte del televisor-ruido: jerarquías). La cuñada le explica: el problema es la casa que repele la señal, la casa agujero negro. La familia reunida escucha la caja ciega.

Relámpagos: la narración cortada, regularmente, por cuadros de un cielo tormentoso. Un plano gris entero se rompe: el trueno como aguja de reloj, como latido y compás.

El intento mismo de transcribir cada imagen da por resultado una captura borrosa donde predomina el ritmo. La figura del agujero negro es literal y explicativa, es refuerzo: olvidémonos de mirar para entender, de ver para creer. No obstante, la fotografía, el maquillaje, las locaciones y todas esas cosas que se meten por las pupilas están buenas, pero son, sobre todo, intrascendentes: la película está hecha para pasar en la radio, y no es un hit. Desde el argumento: la historia trae al centro de la escena al espíritu de una mujer que expone sus gritos como simpatiquísima carta de presentación. Aullidos de dolor y de pena, quejidos pasados de decibeles, que destruyen lo que se le meta en el camino. Después te agarra de las patas y te arrastra al inframundo. Pero mudita es re copada.

No sé si es exactamente un espíritu, un hada, o qué. En el documento dice Banshee, dice: personaje mitológico celta que se caracteriza, justamente, por un canto inclasificable que anuncia la muerte de algún familiar cercano. Sentado bastante más al sur, en Junín o Tapalqué, en Melbourne, uno puede pensar, sin avergonzarse, en La llorona. Claro que ahora viste la camiseta verde de Roy Keane y le hace honores de sangre, pero sigue llorando, tan rojo y tan abundante que no puede ver.

Máquina del tiempo: mí tía abuela me contaba la historia de La llorona y la de El chancho sin cabeza, yo no tenía cinco años todavía: eso era el miedo. Máquina del gusto: en mi cronología, la sonámbula Doña Florinda y la ficcionalización del relato llegaron más tarde. La película guarda un poco de las dos cosas, pero prevalece la primera impresión. Si bien el sentido del film se resuelve en unas hojas de papel manuscritas, la clave aparece en su lectura en voz alta: una historia de fogón. Oralidad inmediata. Menos mediada aún que cualquier dramatización. Sin actores que jueguen a ser, la voz del narrador es mucho más sutil y más difícil de separar de la historia misma: para Actividad paranormal que lo mira por TV.

Toda la película sugiere y una escena convence: un par de tipos empiezan a ser perseguidos por un esqueleto y ellos reaccionan a balazo limpio. ¿A quién se le ocurre dispararle a un montón de huesos? Es como tirarles bombuchas a los tíos de Gasparín.

Justamente, nene, sumá (siempre es útil ir al cine con una estudiante de matemática): truenos + televisor devenido teléfono + escopeta… Cuando te das cuenta de que gana el que hace más ruido, el escopetazo hace mierda la calavera. En ese punto entendés también la descuidada precariedad de los efectos especiales (el artilugio, a lo mejor, de un productor amarrete que deja en claro que no vale la pena gastar plata en rosas rococó visuales: animaciones de Dynacom -se me hace agua la boca-). La imagen no es nada.

Craven’s showtime: tributo a Scream: la bulla es la única salida y en ese estado de cosas las muchachas llevan las de ganar (mala noticia, porque la protagonista actúa muy mal y es fea: si la película está destinada a reducirse a ella, está condenada a aburrir). El código Morse se remarca en cada nuevo suceso. Por ejemplo, una primera muerte sienta jurisprudencia: Paul aparece colgado de un árbol, pendular como el trueno. Parece significativo que sea hombre, que lo que le quite la vida sea esa soga que aprieta el cuello y no le permite emitir sonido. Sí, lo sé, soy un enfermo que ve cosas que no existen (el vicio por exceso de mis ojos), pero la película no ayuda: los hombres mueren y las mujeres… las mujeres: a una le cortan la lengua, la otra es la heroína. No exagero: Paul revive en forma de zombie, digno del mejor Peter Jackson, pero ya no representa ningún peligro: apenas susurra.

jueves, 19 de mayo de 2011

Publicación Bimestral. ISSN Nº 1852-8910. Año 2. Número 8. Mayo-Junio 2011.

Sobre Tucker & Dale vs the Evil
por Matías Moscardi


¿Cómo hacer una película de terror sin víctimas, sin asesinos? La respuesta la tiene Eli Craig, un director novel que, de la nada, la rompió. Antes de empezar a hablar, me gustaría decirles, sin vueltas: vean esta película. Ojo: no es una obra maestra. Es simplemente una película inteligente que traduce muy bien lo que viene pasando hace tiempo en el cine de terror contemporáneo.

Pongamos play: un grupo de collage kids (chicos y chicas universitarias) deciden ir a acampar, un fin de semana soleado, a las montañas. Cuando paran a cargar nafta, se encuentran con el Quijote y Sancho Panza: Tucker y Dale, dos tipos inofensivos, de aspecto rústico, que también tienen la intención de pasar unas relajantes vacaciones. Dale queda inmediatamente deslumbrado por Allison, la rubia del grupo. Entonces, todo gordo, sucio e impresentable, se acerca a hablarle con una guadaña en la mano. Los chicos se asustan por el contacto cercano del “freak”, se suben a su nave y siguen camino.

Pausa: son chicos de la “alta sociedad”, no están acostumbrados a ver gente de esos lugares. A partir de este primer choque, vemos cómo de apoco se instala en la mente de los chicos universitarios un prejuicio de clase: estos tipos son raros, estos tipos son peligrosos. El sintagma se va a ramificar como uno de esos tumores arborescentes de Chomsky: el prejuicio conduce al miedo, el miedo a la muerte y la muerte a la risa. El terror se produce por una mala lectura de la realidad, parece decirnos la película. El terror está estructurado como un prejuicio.

Play: Tucker y Dale pescando en un lago nocturno. Los chicos universitarios, en la otra orilla, deciden nadar desnudos. Allison, la rubia, mientras se prepara para lanzarse al agua, ve a Tucker y Dale y piensa que están acechándola, entonces grita, se cae y se golpea la cabeza. Sus amigos salen corriendo como ovejas en presencia del lobo. Tucker y Dale se llevan a la chica desmayada para cuidarla. Pero los niños universitarios piensan que la secuestraron para comérsela viva y deciden improvisar un rescate.

En este punto comienzan a sucederse una serie de muerte-suicidio muy divertida. Los chicos universitarios son bastante torpes y, por ejemplo, cuando salen corriendo despavoridos, uno de ellos se lleva por delante una rama filosa y muere en el acto; otro quiere atacar a Tucker y, con todas las ganas, se cae arriba de un astillero encendido y muere triturado.

Tucker y Dale están realmente asustados: llegan a pensar que los chicos universitarios tienen una especie de “pacto suicida” y vinieron a morir al bosque. Todo se vuelve quijotesco: los dos bandos ven gigantes monstruosos donde apenas hay un molino. Pero esta distorsión de la mirada no es producto de la locura sino una cuestión netamente social, una cuestión de clase: un problema político.

Después viene la ley. La escena es genial: un policía encuentra a Tucker y a Dale arrastrando de las patas lo que queda del chico universitario que se tropezó adentro del astillero. Ellos, paralizados, cuentan la verdad pero la verdad, por fuera de las leyes del género, es absurda: la verdad es un género literario. “¡No tiene sentido –clama Dale, impotente–, pero es la verdad!”.

En la película de Craig, el mal y el bien son puntos de vista, lecturas tergiversadas de la realidad. Como dice Terry Eagleton: el diablo es el enemigo de dios porque, ante todo, el diablo es una mala interpretación ideológica de dios.

Inversamente a lo que ocurre en todas las películas que ya estamos un poco cansados de ver, donde los jóvenes universitarios ofician de pobres víctimas, acá ellos mismos son muñecos paranoicos que terminan por despertar su costado asesino, o como diría Flopa, su emoción homicida. Finalmente, los asesinos son los universitarios. Incluso frente al testimonio de Allison, que quiere poner un freno a todo este malentendido tragicómico, una de sus amigas objeta: “Esperen. Leí sobre eso en mi clase de sociología. Se llama Síndrome de Estocolmo”. Acá el saber universitario es obsoleto, paródico.

Otro de los chicos universitarios, Chad, pierde definitivamente la cordura y quiere asesinar a Dale como sea. Dale, que aboga por la paz, termina por dar revancha: “¿Querías un asesino montañés? Te mostraré lo que es un asesino montañés”. Porque, en la película, la demanda del Otro produce posiciones. El mal al que se enfrentan Tucker y Dale en el título es, precisamente, esta sobredeterminación de la mirada, producto de la dificultad que muchas veces irrumpe cuando intentamos comunicarnos con otra persona. Y acá pongo Stop.


Sobre pueblos, vecinos y rituales

por Walter Ch. Viegas



TAGLINE: Si pensabas que en tu barrio ya no se podía vivir, es porque no viste estas películas!

Una buena película de horror es aquella que encuentra un modo impactante de representar lo siniestro. En la forma de Norman Bates (el psicópata asesino de Hitchcock), del payaso poseído de It o de cualquier monstruo y criatura de la noche, la maldad aparece con su carcajada intimidante. ¿Pero qué ocurre cuando esa amenaza es coral? Hay poblaciones enteras que multiplican la paranoia al máximo: si uno de ellos es impacable, imaginemos cientos! Un mundo habitado sólo por vampiros cuyo deporte nocturno es cazar al último humano; ciudades arrasadas por zombies que deambulan sin sentido por calles y shopping malls abandonados; la humanidad convertida gradualmente en una raza extraterreste de bodysnatchers. No importa si estamos en New York o en Silent Hill, la maldad puede alcanzarte al doblar cualquier esquina. Grupos de vecinos, tras una fachada de normalidad, esconden que sus vidas cotidianas incluyen también ritos, sectas y conspiraciones. A continuación recomendamos algunos títulos para coincidir con Mulder cuando decía“Trust no one”.

Invasion of the blood farmers (1972)

En las afueras de New York, una comunidad de granjeros que practica un extraño culto druida, aprovecha el circunstancial paso de turistas por el pueblo para aumentar su colección de víctimas y drenarles la sangre. La historia es deshilvanada, tiene muchas persecuciones, asesinatos, gritos y varios momentos de gore-cero-presuesto, lo que la convierte en una peli clase B de lo más bizarra. “Ellos plantan vivos y cosechan muertos” es el tag promocional.

The wicker man (1973)

Un policía inglés llega a la isla de Whithorn para investigar la desaparición de una muchacha. Todos saben algo en el pueblo, pero lo esconden. O mejor dicho, lo defienden. Al ir develando el misterio, se adentra en un mundo de costumbres paganas, ritos de fertilidad y mujeres que expresan su sexualidad sin represión alguna. Cuando llegue la fecha de la quema del hombre de mimbre, entenderá que la explicación estuvo siempre frente a él. Clásico de culto con Christopher Lee y excelentes canciones originales en estilo folk inglés de los setenta.

La Comunidad (2000)

Imperdible esta comedia negra de Alex de la Iglesia ambientada en un edificio de departamentos con extraños habitantes. Basta reproducir el tag promocional para saber qué podemos esperar: Una agente inmobiliaria con suerte... Un cadáver descompuesto... Una comunidad de vecinos codiciosos... 300 millones escondidos debajo de una baldosa... Algo huele a podrido en esta casa.” Carmen Maura en una de sus más divertidas composiciones.

The Village (2004)

Una aldea del siglo XIX mantiene un extraño pacto con las temibles criaturas que acechan en los bosques circundantes. A pesar del estricto respeto por las reglas, los monstruos siguen cobrándose víctimas y un oscuro complot comienza a ser expuesto. Este ritual de perverso equilibrio será cuestionado por los más jóvenes del pueblo cuando empiecen a sospechar que no es solamente un instrumento para la supervivencia, pues los veteranos esconden un secreto antiguo que no desean revelar. Dicen que es una de las pelis fallidas de M. Night Shyamalan, pero a mí me gustó el clima siniestro y el modo en que se dosifica la información hasta llegar a la característica vuelta de tuerca que da este director en gran parte de su obra.

Finale (2009)

Reminiscencias de la estética del giallo para esta historia en la que una secta de adoradores del Diablo deben pagar con la muerte de sus amantes por los favores que reciben del Supremo. Una escuela repleta de alumnos calientes en ritos sexuales, una profesora que de tan mala es bizarra y la fobia que producen las pulidas superficies donde se reflejan los espíritus malignos durante su cacería, la convierten en una de las mejores pelis de terror de los últimos años. A pintar de negro todo lo que brille, aunque sea oro!

Wake Wood (2010)

La vuelta de la Hammer en su cuarta producción versión siglo XXI. Un pueblo con un ancestral misterio, un bosque con ocultos poderes, un grupo de granjeros unidos en un ritual de renacimiento y unos padres que llegan desde la ciudad para resucitar a su hijita que fue destrozada por un perro. La misma señora que te pesa el pan, con esa manito levanta un muerto y no se lava.

Otras reseñas en LA BOCA que pueden pensarse dentro de esta categoría:

Village of the Damned

30 days of night

Children of the corn

Quien puede matar a un niño?

Haxan.


Solo dos personas: el que se va y el odio del que espera. Sobre Calvaire.

por Joe Correa




I.

En el sur de Francia hay un pequeño pueblo de granjeros. Son todos hombres. La única mujer, parece, se marchó tiempo atrás y con ella un tiempo mítico, el tiempo del amor gozoso. Ahora, todos aguardan su regreso, su perdón. Gloria era la luz no sólo de Bartel, el posadero, sino de todo el pueblo. Una comunidad de anormales, de monstruos, que cogen con animales, que cogen entre sí, que se cogen al que viene de afuera. Marc Stevens se gana la vida yendo de pueblo en pueblo, visitando centros de jubilados con sus pequeños shows rentados, desplegando, en un clásico repertorio de chansons, esos movimientos ligeramente eróticos, ligeramente puritanos, del sensualismo francés. Mediocre, gris, un tanto apuesto, medio berreta. Es el extraño tiempo de Navidad y Marc Stevens se adentra en un espeso y neblinoso bosque. Inicio de su calvario.

Los gritos de Boris buscando a su perra, Bella, señalan el borde espacio temporal preciso donde el bosque se abre para chuparse al cantante. Y desde ahora todo se irá poblando lentamente de esa gran presencia femenina, ese fantasma que atormenta a los hombres con su regreso, ese fantasma que fue la encarnación perfecta del amor. Ahora, la ausencia es la única realidad y la melancolía hunde a los hombres en el recuerdo, la culpa y el odio. Porque si “cuando una mujer te deja te quedás hecho una mierda”, este pueblo, nuestro pueblo, es un pueblo construido sobre las ruinas de la mierda, sobre los restos del amor, a partir del rencor de sentirse abandonados. Toda una comunidad homosexual edificada por la fuerza de los hechos, sobre la base férrea del odio de todos y cada uno de sus integrantes.

Estos hombres tristes se consuelan cogiendo carneritos entre todos, bailando desenfrenadamente al ritmo de un vals deforme, frenético, a la espera del perdón, en la espera de la vuelta cargada con los días que pasan y se amontonan y el saldo de cuentas que crece junto con el resentimiento. Porque el que es dejado siempre tiene algo para decir, y las palabras se le van pudriendo en la boca, hasta desgastar los dientes, hasta cortar la voz, hasta hacer del dolor un cúmulo poderoso e insatisfecho que necesita de la venganza para poder demostrarle a esa persona que nos dejó que todo en el amor, y esto también, es una mierda.

Marc Stevens es un cantante que no puede escuchar lo que dice el otro, si no ya muy dentro de su calvario.

II.

Marc Stevens le canta la noche antes de partir una canción de amor a Bartel. Y ya todo es irreversible, por más que él no se dé cuenta si no hasta verse colgado en una cruz. La locura de Bartel identifica el canto de Marc con el de Gloria, haciendo de éste su mujer, que ha vuelto para quedarse, que le ha otorgado el perdón que sana. Le corta el pelo, le dice palabras cariñosas mientras le pone sus vestidos, le rompe el orto o lo lleva atado en el remolque de su tractor. Son infinitas las cosas que hacemos por retener a la persona amada.

Mientras el invierno fortifica el odio bajo los abrigos, en la taberna, al resguardo de la nieve, el pueblo sigue bailando su baile erótico, homosexual. El tiempo de la masturbación es el tiempo de la espera, del resentimiento, de los preparativos de la venganza.

III.

La cena de Navidad es el éxtasis puro. Boris ha encontrado a Bella (o ha querido encontrarla en un carnerito), Bartel canta y ríe frente a Gloria que ha vuelto, y Gloria, es decir Marc, bebe la sopa al mismo tiempo que su sangre derramada en coágulos y coágulos de los agujeros hechos por los clavos de su cruz. Un tiro quiebra la alegría del canto y el pueblo con sus escopetas entra a la casa, mata a los que allí estaban y se dispone a violar en masa a esa Gloria resurrecta. El Calvario de Marc está llegando a puntos insospechados, el cerdo gime como un niño, el pueblo lleno de regocijo tiene a su merced el cuerpo que tanto mal nos hizo.

IV.

La huida final a través de los bosques del tiempo se detiene en las ciénagas, más allá del Cristo crucificado. Uno de los amantes de Gloria cae sobre el hielo quebradizo y Marc titubeando, desde su boca deformada por los golpes le dice que sí, que lo ama. Y todo el dolor y el odio del mundo se olvidan, se deshacen en esas palabras. Y así podemos morir tranquilos ya, sabiendo que Gloria ha vuelto por nosotros.


Viaje al fin de la noche. Sobre Lost Highway, de David Lynch.
por Rodrigo Montenegro



“… Break on through (To the other side)…”

J.D.M.

Hay algo incomodo en las películas de David Lynch. Algo que resiste todo análisis y categoría, y más aún cuando se intenta interpretar su lógica desde esquemas tradicionales y cerrados. Describir algunas de sus características (tarea ardua porque no intenta una explicación) es la finalidad de esta breve entrada. Lo sé: Lynch constituye un problema espinoso que no se acaba al reseñar una de sus películas, sin embargo, intento delinear un trayecto sinuoso en el que tal vez, encuentre algo.

Evidentemente, Lynch no hace cine de género, o en todo caso, construye el propio, y creo, que eso es lo que ha estado haciendo desde 1977 con Eraserhead. Resulta interesante rastrear las palabras que intentan definir la obra de Lynch: drama, horror, thriller, misterio. Evidentemente, todas y ninguna al mismo tiempo, y justamente ese es el signo característico.

En esta oportunidad no deseo comenzar por el principio. Intentando ser fiel al director y siguiendo una lógica inconsciente, y por lo tanto carente de toda justificación racional, propongo tomar la ruta por la mitad, en toda su vitalidad.

Lost Highway (1997)

El inicio y el final del film ya son míticos. A toda velocidad corren las líneas amarillas de una ruta, y a su alrededor la oscuridad más negra. La luz se proyecta irregular simulando los faros de un automóvil que no vemos porque estamos viajando en él. Mientras la voz de David Bowie nos acompaña, se inicia el viaje hacia el final de la noche.

Fred Madison es músico de jazz, saxofonista, y se encuentra en crisis con su pareja, Renee. Sospecha una infidelidad. En sus sueños aparece un ser extraño, un hombre pálido y Misterioso (un misterio que se sostiene a lo largo de todo el film y lo estructura desde el vacío: ciertas cosas carecen de explicación). Más tarde, ese rostro se aparecerá en la vigilia. Poco a poco, la realidad amplía sus fronteras y desestabiliza al sujeto, a sus percepciones, sus sensaciones y su deseo.

Durante una fiesta, Madison comienza a experimentar la fragilidad del mundo. El Hombre Misterioso plantea explícitamente el primer pliegue del film (asistiremos a una vorágine de ellos). Él está allí, hablando con Madison y al mismo tiempo está en su casa. El espacio se quiebra y se instala la posibilidad de una correspondencia que destruye toda lógica racional. Este personaje (su nombre en los créditos deja asentado en letra escrita) entraña el Misterio en sí mismo. Se plantea como una incógnita imposible de desentrañar, no sabemos nada acerca de él, solo que consigue poner en marcha la acción, alimentando la incertidumbre que rodea al deseo.

La sexualidad atraviesa la película desde todos los sentidos.

En principio, la relación sexual de Fred y Renee se encuentra marcada por la insatisfacción y un ligero color de odio. La cama se prefigura como un templo perverso: sabanas negras y maderas rojas. El sexo y la muerte se delimitan por una delgada línea, ambas son representaciones de un deseo que no encuentra vía de escape y que por ello terminará explotando.

La crisis del Fred es un viaje hacia la profundidad de una existencia alterada, hacia el abismo que lo conduce al asesinato. Sin embargo, no hay linealidad posible en la lectura. Telones rojos, planos hacia la oscuridad, pasillos que provocan vértigo. Lynch traza la geografía de un sujeto resquebrajado en el espacio que lo rodea, apelando a una fotografía perturbadoramente articulada. El pasaje hacia la oscuridad se carga de sentidos alegóricos y finalmente reproducen el impulso de la muerte. Fred se ve a sí mismo ensangrentado, asesino de su esposa a través de un video que nada dice de la realidad (o sí, la incertidumbre no pude cancelarse), y que parece haber escapado de una pesadilla. Resultado: Fred es condenado a la silla eléctrica. Sin embargo, cuando el relato parece ordenarse, Lynch nos arroja nuevamente a la oscuridad.

En la cárcel (espacio cerrado/clausurado por antonomasia) se produce la irrupción de lo irreal: la metamorfosis. El escape (si hay tal cosa) se convierte en una fuga hacia lo inexplicable. Fred Madison se transforma en Pete Dayton, y no metafóricamente. No hay posibilidad de interpretación, no hay signo racional que articule el devenir de un sujeto en otro. Lo irracional, lo inconsciente, lo inexplicable se materializa a los ojos del espectador. Si aceptamos este hecho como la irrupción de lo “sobrenatural”, sin duda traicionamos la obra del director.

El film se articula sobre la base de un quiebre sistemático de la realidad, y consecuentemente se arroja a una lógica que opera por afuera de lo racional. Cambia la sintaxis, cambia la identidad de los personajes; ya no hay estructuras, sino un pasaje hacia un nuevo estado que no se opone al anterior. La imagen de Pete frente al espejo desconcierta. La oscuridad comienza a rodearlo todo nuevamente: un plano se impone sobre el otro. Todo se confunde, en los oídos de Dayton comienza a escucharse el saxo de Madison: la identidad se fragmenta y se desdobla.

Las duplicaciones del Yo construyen la narración. Patricia Arquette interpreta un segundo personaje (Alice, la amante de Mr. Eddy); del negro pasa al rubio y la subjetividad muta con la facilidad de un color de cabello, haciendo explícito el juego de dualidades. El romance de Pete y Alice, y su vertiginoso peligro a los ojos de Mr. Eddy actúan como el segundo plano de acción que corre en paralelo con la historia de Fred. En este romance, el sexo se convierte en la expresión de placer desbocado que no pudo adquirir en la primera parte (su sentido negativo). Alice, es una actriz pornográfica que concentra los deseos de Pete y Mr. Eddy, al tiempo que da cuenta del mundo subterráneo que habita en las calles de Los Ángeles. Sin embargo, el clímax de esta relación revela el autentico abismo que se despliega entre los amantes y su deseo, configurándose como una nueva imposibilidad.

Cuando el rostro pálido del Hombre Misterioso aparece por segunda vez en la pantalla, repitiendo a Pete las mismas palabras con las que se dirigió a Fred, el ciclo de incertidumbre queda establecido. La realidad se fragmenta definitivamente; pero entre sus astillas aún quedan hilos que comunican espacios e identidades.

Sexo y violencia, representan un conjunto de sensaciones que amplifican la confusión del yo y destruyen su unicidad. Una foto, parece arrojar una pista que ayuda a hilvanar el desdoblamiento (Patricia Arquette interpretando a dos personajes diferentes, Alice y Renee), para que luego se sintetice en una nueva versión de la misma imagen sin la duplicidad.

En la cabaña solitaria del desierto el pasaje entre Pete y Fred se produce nuevamente, y el vértigo se hace cada vez más intenso. En la piel de Fred asistimos al último quiebre: el temporal. El film construye lo que antes no dijo, y muestra el lado oculto de la trama. El tiempo se dobla, así como los personajes, sin posibilidad de reconstruir una unidad que nunca existió. La imagen de Dayton hablándose a sí mismo a través del comunicador de su casa cierra el círculo de un sentido que se ha diseminado a lo largo de la película.

Y nuevamente, de regreso a la carretera, atravesando el desierto.

Lynch apuesta a un horror estructural y profundo, como una hibridación entre el erotismo y el cine negro. Lanza una mirada detallada hacia los instintos de la subjetividad, reclamando de sus espectadores una lectura activa que cierre el sentido de la película.

No hay sentido esencial, ni deseo último, sino una fuga constante hacia el otro lado.